Polifonía del negacionismo carlista.

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En esta ocasión colgamos el artículo íntegro aparecido en el Diario de Noticias del 19/01/2017.

El último episodio del negacionismo carlista acerca de las responsabilidades de los requetés en la limpieza política registrada en Navarra en 1936/1937 lo ha ocasionado un artículo de opinión y una pregunta en el Parlamento de Navarra de IE sobre el Museo del Carlismo de Estella. La pregunta de IE era producto del reciente renovado consejo y asesor de dicho museo, donde se han concitado colectivos y personas con actitudes claramente negacionistas de la masacre sufrida por la izquierda el golpe del 18 de julio y, en segundo lugar y por lo mismo, por su más que probable incompatibilidad con la Ley Foral 33/2013. Como es sabido, en esta ley se exige el reconocimiento y reparación moral de los ciudadanos navarros asesinados y víctimas de la represión causados por el golpe militar de 1936.

En segundo lugar, la coalición pedía información acerca de cómo se había plasmado en tal museo “la participación del carlismo en la cruel represión que se ejerció en Navarra contra las gentes y colectivos de izquierdas”, así como una revisión de “los contenidos y la imagen que se proyecta del carlismo en ese museo”. Como suele ocurrir, han sido miembros del EKA quienes han puesto el grito en el cielo con argumentos que se escapan de la realidad histórica, escudándose con razonamientos abiertamente negacionistas y escapistas. Pues siguen parapetados en el relato del autoindulto referido a los criminales hechos protagonizados por sus antiguos camaradas, cuando, en realidad, fueron los primeros en difundir y alardear de sus fechorías. Lamentablemente, EKA sigue empeñada en no enfrentarse con sus propios fantasmas históricos. Hay que reconocer que ciertos dirigentes del carlismo, antiguo y presente, han obrado, no con inteligencia -esta implicaría enfrentarse con esos fantasmas-, sino con astucia ladina. ¿Cómo? Garantizando el silencio de los requetés de base y de los combatientes en general, haciendo que el mayor número de carlistas se vieran implicados en todas las tareas represivas, edificando así un muro de silencio. Más todavía, expurgando documentación para no dejar huellas incriminatorias. Y, más grave aún, con la amenaza y la coacción ejercida contra los familiares de los izquierdistas asesinados para que no ofrecieran testimonio de lo acaecido. Un terror impuesto con la violencia cotidiana contra los derrotados, que duró décadas, y cuyos efectos han llegado hasta nuestros días. Si con ello pretendían obstaculizar la labor de los historiadores, con el fin de delimitar sus responsabilidades, hay que decirles que no lo han conseguido. Ni lo conseguirán.

En ese relato negacionista, los carlistas han contado con dos colaboradores principales. En primer lugar, el propio régimen franquista y sus epígonos entre 1975 y 1977. Ellos ordenaron la destrucción de la documentación del Movimiento. En segundo lugar, los partidos políticos mayoritarios que apostaron por el olvido y por la desmemoria. Nunca por la verdad, la justica y la reparación. Este negacionismo carlista ha contado, también, con otros participantes. La inequívoca presencia de simpatizantes y afiliados procedentes del carlismo en todos los partidos políticos ha potenciado que se fortaleciera el silencio sobre los golpistas en los foros públicos. Asimismo, dado el enorme peso que tuvo el carlismo en la sociedad navarra anterior a 1960, a la opinión pública navarra le da pánico reflexionar de forma introspectiva sobre ello. Parece como si una omertá grupal de protección de la memoria de padres y abuelos se hubiese desatado en la Comunidad Foral. Optaron por echar tierra encima, de los culpables… y de las cunetas. Esos que se dicen antifranquistas ¿dónde estaban cuando los familiares de los asesinados trataban de encontrar sus restos?

Una muestra chirriante de lo que decimos ha sido protagonizada recientemente por Bildu, una coalición reivindicativa con relación a la memoria de la violencia política franquista. En junio de 2016, Bildu preguntaba sobre la falta de referencias al carlismo con posterioridad a 1939 en aquel museo estellés. Sobre todo, “cuando el movimiento abrió distancia respecto al franquismo y acabó derivando en una propuesta muy diferente que actualmente encama el Partido Carlista-EKA”. Pero no mencionaban, significativamente, la ausencia de referencias a la limpieza política registrada en 1936/37 y en la que los requetés fueron elemento clave y un activo, tanto censor como depurador. Tampoco se señalaban las actuaciones y las enormes cuotas de poder y de puestos relevantes en distintas administraciones, asumidos por el muy mayoritario carlismo colaboracionista dentro del régimen franquista. La respuesta de la consejera de Cultura a la pregunta formulada por Bildu el mencionado museo, publicada en el Boletín del Parlamento de Navarra de 24 de octubre de 2016, aclaraba mucho el panorama.

Recordémoslo. El Guión de Orientación para el Museo del Carlismo, aprobado por una Orden Foral de 2001, sería redactado por el profesor Stanley Payne, autor de un libro sobre Historia del Carlismo publicado en 1995 por la Comunión Tradicionalista Carlista y que, casualmente, en su extensa obra nunca mencionó la participación de los requetés en hechos represivos. Más adelante, en 2006, se constituyó el Comité Científico de dicho museo, presidido por el entonces consejero de Cultura y Turismo, Juan Ramón Corpas Mauleón, secundado por reconocidos representantes del mundo académico, los catedráticos Juan Pablo Fusi, Ángel García-Sanz Marcotegui, los profesores Jordi Canal y José Ramón Urquijo, a los que en 2010 se añadirían el catedrático Javier Donézar Díez de Ulzurrun y el profesor Francisco Javier Caspistegui. Este Comité Científico, vigente hasta 2014, trabajó en la elaboración del guión del Museo del Carlismo. En relación con el denominado Ámbito séptimo, referido a la Segunda República y la Guerra Civil, se señalaban los siguientes ítems: “7.1. El fortalecimiento de la Comunión Tradicionalista; 7.2. Margaritas, pelayos y requetés; 7.3. Fal Conde y el carlismo militar; 7.4. Las conspiraciones y la Guerra; 7.5. La Unificación; 7.6. Requetés en combate; 7.7. 1939: victorias y derrotas”.

Enternecedor. Ningún ítem acerca de la labor depuradora y exterminadora de los requetés en la retaguardia navarra. La redacción de los textos corrió a cargo del profesor Pedro Rújula López, de la Universidad de Zaragoza, experto en el carlismo del siglo XIX. Con esos contenidos, el Museo del Carlismo se abrió al público el 23 de marzo de 2010.

En 2016, se modificó el organigrama consultivo de la entidad “con el fin de aunar esfuerzos y desarrollar una actividad más eficaz”. En efecto, sería un comité asesor formado por distintos vocales, uno de los cuales se reservaría para el alcalde de Estella. Claro que, si se repasan los nombres de estos ilustres vocales, se comprenderá mucho mejor su referencia a la “eficacia y a la posibilidad de aunar esfuerzos”. Además de Pedro Rújula, se sumaría al comité la profesora titular de Historia Contemporánea de la Universidad del Opus Mª del Mar Larraza. Paradójica presencia. Ninguno ha escrito una sola línea acerca de la salvaje limpieza política registrada en Navarra en 1936/37. Otra vocalía corresponde a Juan Cruz Alli Aranguren, con quien se inauguró el ciclo político de gobiernos de UPN en Navarra y bajo cuya presidencia el Gobierno de Navarra no hizo ningún gesto en relación con la investigación de la mayor tragedia vivida en Navarra en toda su historia contemporánea, ni en relación con los familiares de los asesinados por los golpistas, cuando todavía vivían testigos y víctimas directas. Otro vocal es Manuel Martorell Pérez, periodista e historiador con una tesis sobre el carlismo en aquellos años y posteriores, cuyo eje primordial es exonerar de cualquier responsabilidad criminal a los requetés y a sus dirigentes. Pablo Larraz Andía es otro vocal que también ha trabajado sobre la historia del carlismo en 1936-1939 con una evidente finalidad apologética y absolutoria. Por si no hubiera bastante para presentar el carlismo como un movimiento salvífico e inocente, cuatro vocalías quedan reservadas a otros tantos comisarios políticos procedentes de las filas carlistas: una para Andrés María Vidaurre Ojer, secretario de la Junta del Partido Carlista en Navarra; otra para Ramón Muruzábal Aldunate, representante de la Fundación de Amigos de la Historia del Carlismo; otra para Francisco Javier Garisóain Otero, Secretario General de la reaccionaria Comunión Tradicionalista Carlista; y la última para Luis Hernando de Larramendi, presidente de la Fundación Hernando de Larramendi, entidad que ha editado innumerables obras sobre el tradicionalismo y que en las centradas en el periodo 1936/1939 se caracteriza por una evidente finalidad negacionista y relativizadora. ¡Y con estos mimbres se pretende confeccionar un relato objetivo de un movimiento que protagonizó al servicio de la reacción los ciclos de violencia política más crueles registrados en Navarra entre 1833 y 1950, y que en el último de ellos, con su participación fundamental, se cobraría la vida de más de 3.000 navarros!

Firman este artículo: Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Pablo Ibáñez, Txema Aranaz Miembros del Ateneo Basilio Lacort

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