En el Reyno de la Abundancia

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POR PATXI ARANGUREN MARTIARENA*

En el año 1949, el escritor británico George Orwell publicó la novela 1984, profecía de un futuro en el que el mundo estaría dividido en estados totalitarios donde los ciudadanos se verían sometidos a un constante lavado de cerebro para creer que estaban en el paraíso terrenal. Orwell concibe un superestado en el que el desarrollo tecnológico podría proporcionar a sus ciudadanos la satisfacción de todas las necesidades materiales, pero ese poder político mantiene artificialmente las desigualdades y la pobreza para legitimarse. En Oceanía se distingue entre el viejo lenguaje (viejodecir) y el nuevo lenguaje (neodecir) o neolengua. El poder establecido gobierna a través de ministerios tan bien intencionados como alienantes: el Ministerio del Amor, el de la Verdad, el de la Paz y el de la Abundancia. En la descripción de estos ministerios hay una contradicción radical y simbólica, el Ministerio del Amor era terrorífico, su edificio carecía de ventanas y se ocupaba de administrar los castigos, la tortura y de reeducar a los individuos para que no se apartasen de la ideología. La corrupción del lenguaje se plasma en un neodecir que no se corresponde con el significado de lo que realmente existe. El Ministerio de la Abundancia se encargaba de los asuntos relacionados con la economía y de conseguir que la gente esté siempre al borde de la subsistencia mediante un duro racionamiento; el Ministerio de la Paz se ocupaba de los asuntos relacionados con la guerra; y el Ministerio de la Verdad se dedicaba a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo para conseguir que los acontecimientos del pasado coincidiesen con la versión oficial de la historia mantenida por el Estado. En la Oceanía de Orwell, el poder recomienda no pensar y no leer lo que no sea la literatura oficial.

La novela 1984 no deja de ser un libro de ficción, pero vislumbra un futuro preocupante. Existen paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, y ya estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. Los acontecimientos pasados empiezan a ser tergiversados. No está prohibido leer en la actualidad, pero el leer está condicionado por la organización de la vida y por las intenciones de la industria de la cultura. La cultura está organizada para alienar. Estamos invadidos por la videovigilancia. Todos estamos vigilados. El término orwelliano se ha convertido en sinónimo de las organizaciones que quieren controlar a los ciudadanos y deshumanizarlos. Los gobiernos ya no legislan pensando en el bien común, sino que obedecen a los grandes holdings económicos. Son los mercados los que dan las órdenes y manejan como a títeres a los gobiernos de los países, que acaban siendo rehenes del gran capital. Orwell nos muestra los síntomas de un mundo que va hacia la uniformidad. ¿Quién puede escapar de ese mundo?

¿Puede mantenerse Navarra fuera de ese mundo que comienza a deshumanizarse? Navarra, ciertamente, no es un Estado, pero tiene una Hacienda propia como otro Estado europeo más, y está dotada de un autogobierno que le permite legislar a favor del bienestar de sus ciudadanos. Los navarros acaban de desalojar de sus instituciones a unos políticos que han desaprovechado la ocasión de hacer de Navarra un auténtico paraíso en la tierra. Han dilapidado los bienes, han multiplicado el paro y la deuda, han dinamitado una caja de ahorros. Hemos tenido unos políticos que solo han buscado su propia felicidad, unos políticos ineptos capaces de montar un TAV no por su necesidad o utilidad, sino por intereses ocultos, los mismos que han creado un circuito de carreras inútil, un aeropuerto desproporcionado y un macropabellón deportivo que sigue cerrado. Ahora, cuatro pequeños partidos políticos han cometido la osadía de unirse para legislar a favor del pueblo y quieren abrir las puertas del cielo a todos los ciudadanos navarros. El nuevo Gobierno navarro va a tener como único objetivo servir a la sociedad navarra para que alcance altas cotas de bienestar y felicidad. Ha creado una nueva consejería, calificada como el Departamento de la Convivencia, con los objetivos claros de conseguir la igualdad lingüística, la igualdad de género y la normalización política. Su titular, la periodista Ana Ollo, se ha comprometido a trabajar por la convivencia de hombres y mujeres, por una sociedad más igualitaria y también por la paz, con el resarcimiento hacia las víctimas de todo tipo. Nadie que viva en Navarra va a ser excluido de la protección social, nadie va a ser discriminado por su lengua o sus orígenes. Su departamento va a trabajar para unir a todos los navarros, euskaldunes y no euskaldunes, buscando la armonía.

El nuevo Gobierno navarro es consciente de que necesita mayores cotas de autogobierno para mejorar el Estado de bienestar de sus ciudadanos. Navarra debe recuperar la totalidad de sus derechos históricos: recuperar su condición de Reino. Necesitamos políticos valientes, de la talla de Juan Iturralde y Suit, Arturo Campión o Angel Sagaseta. Este último fue asesor letrado de las Cortes de Navarra y se opuso al proceso abolicionista del Reino de Navarra puesto en marcha por el constitucionalismo español en el siglo XIX. Se opuso a la Ley de Confirmación de Fueros de 1839 donde se imponía la unidad constitucional y a la Ley de Modificación de Fueros de 1841, donde quedan definitivamente abolidas las instituciones y la soberanía navarras. Sagaseta sostuvo en 1839 que Navarra era, por definición, un Estado constitucional ya que los fueros permitían un control del poder real y una separación de poderes, desde hacía siglos, en la misma línea que predicaban las ideas nacidas de la Revolución Francesa. En sus escritos hace una defensa de las instituciones del Reino, únicas legales y legítimas para cualquier modificación en las competencias y soberanía. Defiende que el régimen legal del Reino es, en sí mismo, constitucional. Si era legal en el siglo XIX la existencia del Reino de Navarra dentro de la monarquía española, también lo va a ser en el siglo XXI.

Este nuevo Gobierno de Navarra debe tener la valentía de reivindicar los derechos históricos de Navarra, luchar por la recuperación del estatus que tenía antes de 1841. Navarra debe recuperar su condición de reino y asumir todas las competencias de un Estado, con el único límite de la unidad de la monarquía. La Constitución española es la que debe modificarse para dar cabida al reino navarro. En esta misma legislatura podría anunciarse la restauración del Reino de Navarra. En el nuevo reino existirán nuevos ministerios que se encargarán de gestionar los recursos y bienes que serán derramados sobre todos los ciudadanos. Navarra se convertirá en el Reino de la Abundancia.

*El autor es economista de la Universidad Pública de Navarra

Publicado en Diario de Noticias

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