Concurrir en igualdad de condiciones, un derecho arrebatado

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Dos afiliados de Libertate nafarra durante la recogida de firmas del pasado año

Uno de los afiliados de Libertate nafarra recogía avales ciudadanos en una concurrida plaza de una de las capitales de nuestro País cuando se topó con un grupo de portugueses. En virtud de su empadronamiento en dicha ciudad, los ciudadanos lusos no tuvieron ningún inconveniente en estampar sus firmas al lado de sus datos personales. Uno de los portugueses se extrañaba de que Libertate nafarra y otras formaciones que carecen de representación en las Cortes Generales españolas estuvieran obligadas a recopilar avales ciudadanos para poder ejercer con uno de los derechos más básicos de la ciudadanía en un Estado que se auto-denomina democrático: concurrir a unos comicios en igualdad de condiciones con otros partidos políticos que, por el mero hecho de disponer de electos en las Cámaras de Madrid, participan en las Elecciones sin ser obligados a ningún tipo de trámite. De hecho, aquel ciudadano aseguraba que en Portugal no resultaba necesario llevar a cabo tan engorroso papeleo.

No tengo la certeza de que el bienintencionado ciudadano luso esté en lo cierto, aunque, francamente, tampoco me parece tan importante. Lo sustancioso de esta realidad radica en que las formaciones de reciente fundación y que, por falta de medios humanos, técnicos y probablemente escasez de fondos económicos, se tienen que molestar en salir a nuestras calles a incordiar a una ciudadanía que bastante asqueada está ya de la política como para tener que perder su valioso tiempo en apoyar a formaciones políticas que sólo ruegan tener un espacio en la que algunos llaman la fiesta de la democracia.

En la era de las TICs (Tecnologías de la Información y de la Comunicación), cada vez se detecta una mayor resistencia a la hora de compartir datos personales. Piensen ustedes en la situación: un desconocido nos aborda en plena calle y nos pide que le revelemos, sobre un papel, además de nuestro y nuestros apellidos, nuestro DNI, nuestra fecha de nacimiento y el municipio en el que estamos censados. Puedo jurar y perjurar al viandante que nadie, absolutamente nadie, traficará con sus datos personales y que las hojas con los avales serán destruidas en las juntas electorales de las respectivas circunscripciones. Pero, insisto, ese hombre o esa mujer que acaba de estampar su firma sobre el papel no cuenta, a priori, con ninguna garantía de que la confidencialidad de sus datos personales sea respetada y salvaguardada. De hecho, habría que plantearse seriamente hasta qué punto la recogida de firmas no está violando en cierta medida la Ley Orgánica de Protección de Datos que los recolectores de firmas decimos respetar cada vez que salimos a la calle a recabar los avales.

Alguien me espetará que la Ley de 2011 que exige la presentación de avales con vistas a la participación en un proceso electoral constituye una medida práctica que evita que cualquier descerebrado o friki presente su candidatura por el Partido de la Gente del Bar o Agrupación de Wookies Interestelares. Ya ocurrió, de facto, que hace unos años el Partido del Karma Democrático concurrió a las elecciones municipales al Ayuntamiento de Bilbao y estuvo a un puñado de votos de lograr un escaño. ¿Quiénes somos los demás para juzgar si dicha formación es digna de participar en el debate político de la capital vizcaína? Sí, el Partido del Karma Democrático es responsable de una publicación humorística que lleva por nombre El Karma y que dedica buena parte de sus páginas a la política. Precisamente.

Resuelto este escollo, puedo enfrentarme ahora a quien piensa que la excesiva concurrencia de candidaturas de poco peso sociológico encarece el gasto en papel necesario para imprimir las papeletas de voto que deben estar presentes en cada uno de los colegios electorales. Si tan elevado les parece a algunos ese hipotético gasto, ¿por qué no empezamos a prohibir que los partidos en liza puedan enviar publicidad y papeletas a los domicilios de los ciudadanos? El ahorro sería decisivo, a tenor de los estudios realizados al respecto, pero los grandes partidos que rigen los destinos de España no se pusieron de acuerdo para ejecutar un ahorro en esa faceta. O, aún mejor dicho: dieron por bueno seguir inundando nuestros buzones de basura electoral. Desde las altas instancias se nos conmina a participar en la fiesta de la democracia. Se pone toda la carne en el asador -con gasto de publicidad a costa del erario público incluido- para que la población con capacidad electora acuda a las urnas. Sin embargo, no parece ponerse el mismo énfasis en que los ciudadanos de bien tengan la capacidad de organizarse para fundar partidos políticos y, una vez pasada la criba de la Ley de Partidos, concurrir con absoluta libertad de modo que sea el ciudadano quien, con su juicio inapelable, dé y quite razones, es decir, votos. Cualquier medida establecida desde las altas instancias que coarte esa posibilidad siempre deberá ser vista como un burdo intento por mantener el monopolio de los partidos mayoritarios, de modo que se salgan con la suya y no permitan que su poder sea disputado por newcomers.

Otra democracia o, mejor aún, una Democracia de verdad es posible… pero no con un Estado que carece de fundamentos democráticos propios de un estado garante de las libertades más elementales. Ejercer el propio Estado de los ciudadanos navarros es algo más que perseguir un modelo territorial concreto marcando ciertos límites para un nuevo Estado soberano y libre de las ataduras de España y Francia. Ello es imprescindible, sin duda, pero más trascendental resulta aún que la sociedad política navarra, desde la que su Estado surge, pueda alardear de contribuir a la libre expresión de su ciudadanía, ya sea participando o ya sea concurriendo en sus procesos electorales en forma de partidos o coaliciones.

Libertad navarra – Libertate nafarra presenta candidaturas y hará campaña en las Elecciones Generales españolas del 26 de junio en Alta Navarra, Araba y Rioja. Sin embargo, no podrá concurrir ni en Bizkaia ni en Gipuzkoa, simplemente, por no haberse dado las mínimas condiciones antes descritas.

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